Arroz blanco o con huevo:
Fina porción de arroz blanco, esponjoso en lo posible, combinado con uno o dos huevos revueltos, una pisca de sal, salsa de tomate al gusto. Sírvase en cualquier plato del día, casi siempre sólo, otras veces acompañado con una tajada de pan o queso.
Año: 1999
Edad: 8 años.
Una noche María Isabel se rehusó, ¡Arroz con huevo? Otra vez?! No! Al otro día su madre le sirvió el buen plato de arroz con huevo, María Isabel dijo en voz alta: ¡No me gusta el arroz con huevo! Mientras tanto armaba una pataleta y no comió.
Resultado: Esa fue la última vez que María Isabel tuvo arroz y huevo entremezclados en su estómago.
Yo como de todo un poco, pero no me des arroz blanco, lo prefiero con leche, arroz chino, con verduras, de coco, con pollo, risotto; pero sólo? No!
Los sabores son un factor clave en este ritual, entre más sabores pueda encontrar en un plato, más me llamará la atención. Pan con mantequilla? No, prefiero echarle un poco de crema agria, una pisca de orégano, parmesano rayado y ponerlo a tostar un poco, la diferencia en tiempo será posiblemente unos 2 o 3 minutos más, pero indudablemente la experiencia gustativa será más amplia y placentera.
Es un pensamiento muy contemporáneo según dicen, la fusión, la mezcla, pura globalización, transformación, de eso se trata para mí el proceso alimenticio, de un sin fin de elementos que se revuelven entre sí para dar esas sazones experimentales.
Comida = Transformación.
La monotonía me da miedo y en cuanto a comida aún más, me gusta probar siempre algo nuevo, una salsa, un pimiento, tal vez sólo un jugo diferente o una hierbita que no haya combinado o sólo una pisca de sal de más. Comer siempre lo mismo es sinónimo de inmovilidad, de muerte. Lo he intentado con algunos alimentos, el resultado? Catastrófico, dejaron de ser apetitosos y sólo siento por ellos un gran desazón, eso me producen cuando los veo, carne de res, arroz blanco, papitas de paquete, ya no puedo comerlas, me aburren.
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