Hablar de la comida es hablar de la vida en general, la alimentación es el principal motor de la subsistencia de cualquier ser viviente, es la base energética de toda evolución, vital, si no hay alimento, no hay vida. Y su desarrollo va consecuentemente de la mano de todo el desarrollo histórico de los seres, en este caso humanos.
Desde los inicios del hombre se revela un afán por buscar nuevas formas alimenticias, el rebusque de la comida ha sido una de las principales manifestaciones de la persona, toda su vida gira en torno a este hecho, además del de la reproducción, como acciones primigenias. El hombre que caza, el hombre, animal que imita, crea y perfecciona para sobrevivir, siempre indagando nuevas experiencias, nuevas formas, nuevos razonamientos, nuevos sabores.
A lo largo de la historia la compleja realización del ser humano lo ha llevado a estetizar todo a su paso, desde su caminar, su espacio, su cuerpo, hasta el alimento que consume, todo en pro a una búsqueda de la perfección, la armonía, felicidad y demás nombres que se le han dado a esa construcción y desarrollo de la experiencia “divina“, vital. Esa estrecha relación que busca crear desde los inicios con los dioses lo llevan a traducir todas sus acciones en buenas, armónicas o malas, caóticas para dar pie a su máxima obra, su propia vida.
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